Datos revelados por primera vez corroboran que la formulación sintética es el principal opioide ilegal en la isla, responsable de cientos de muertes.
El único hijo de Eladio Irizarry e Ivelisse Robles llegó y se fue de su vida de la misma inesperada y abrupta manera. El matrimonio de arecibeños llevaba años tratando, sin éxito, de tener hijos. Cuando no pudieron por métodos naturales, decidieron recurrir a la adopción. Manifestaron su interés en varios albergues de menores abandonados y en el Departamento de la Familia (DF).
Un día, los llamó una trabajadora social del DF. Les tenía un varón de 18 meses para ellos. “No se dio un acoplamiento en cuanto a visitas previas de conocimiento. El trámite se dio rápido. Fue increíble. Aquí está el niño. Y me lo llevé. Un proceso de relación con el niño no lo hubo”, recuerda el hombre, hoy jubilado de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Lo llamaron José Antonio. Lo recibieron con todo el amor y las atenciones que por años habían guardado para el vástago que con tanto afán buscaron. Vinieron después años al mismo tiempo bellos y terribles. Entre lo bello, los cumpleaños, los torneos deportivos, los abrazos, la vida que se abría sus poderosas alas ante ellos.
Entre lo terrible, las condiciones emocionales y de conducta de las que padecía José Antonio, quien nació adicto a drogas porque su madre biológica las consumió durante el embarazo.
Batalló él mismo con el consumo de estupefacientes desde la escuela intermedia. Los padres anduvieron con él de escuela en escuela y de centro de rehabilitación en centro de rehabilitación, buscando, mayormente sin éxito, que se le entendiera y se le ayudara a entenderse a sí mismo.
Eladio Irizarry relató que perdió a su hijo, José Antonio, por una sobredosis de opioides. El joven artista apenas tenía 21 años. (Teresa Canino Rivera)
En septiembre del año pasado, José Antonio, quien había empezado a labrarse una carrera musical en el mundo del reguetón bajo el nombre artístico de Unholy, se mudó con su novia. Dos semanas después, murió. Lo mató una sobredosis de drogas. Tenía solo 21 años.
“Queda uno en un vacío. Es algo que no se supera… no se supera”, dice Irizarry, acuosos sus ojos, queda la voz, hundido todo él en las profundidades de una viscosa tristeza.
Un año después de la muerte, Irizarry y Robles no saben todavía qué sustancia en específico mató a su hijo, porque el Instituto de Ciencias Forenses (ICF) no ha concluido el examen toxicológico que se le practicó al cadáver.
Pero casi se puede señalar ya el culpable: fentanilo. Estadísticas divulgadas por primera vez por el ICF revelan lo que hace tiempo se temía, pero no se había podido hasta ahora corroborar: el potente opioide sintético que ha matado a decenas de miles en el mundo, está arrasando también en Puerto Rico.
“En mi experiencia como patóloga, de todas las autopsias de sobredosis que estoy cerrando, más del 95% tienen fentanilo. Todas tienen fentanilo. Pueden tener otra cosa, como cocaína o xilacina (la conocida anestesia de caballos). Pero no falta el fentanilo”, dijo la doctora María Conte, directora ejecutiva del ICF.
Las doctoras María Conte (izq.) y Luz Silva revelaron estadísticas y datos de las muertes que el fentanilo ha causado en Puerto Rico desde el 2018 hasta el presente. (Teresa Canino Rivera)
El fentanilo es un opioide entre 50 y 100 veces más potente que la morfina, altamente adictivo, cuyo uso legítimo está restringido a pacientes de enfermedades en etapa terminal o recién salidos de intervenciones quirúrgicas, que estén atravesando fuertísimos dolores. También, se le usa como anestesia.
Solo se autoriza su uso por receta médica y en ambientes controlados. Como todos los opioides, suprime las funciones del sistema nervioso central. Una dosis apenas un poco mayor de la que el cuerpo puede tolerar, causa la muerte en el acto. La persona simplemente deja de respirar.
“El opioide corta la comunicación del cerebro con el resto del cuerpo”, dijo la doctora Luz Silva, directora del laboratorio de toxicología del ICF.
Hasta el 2018, el ICF no medía la presencia de fentanilo en muertos de sobredosis ni de ninguna otra causa.
El ICF tiene cientos de muestras toxicológicas que no ha analizado, que datan mayormente de muertes ocurridas durante los pasados tres años. Las que ha analizado revelan que desde el comienzo del 2018, hasta el 30 de septiembre de este año, el 24% de las muertes de las 916 muertes por intoxicación con diversas sustancias registradas por el ICF se atribuyen específicamente al fentanilo.
Jose Antonio Irizarry, conocido artísticamente como Unholy, comenzaba a despuntar como exponente de reguetón ante de morir. (Suministrada Suministrada)
Esto quiere decir que, aunque se detecta el opioide en básicamente todos los fallecidos de sobredosis, solo en una cuarta parte se le atribuye específicamente a este potente opioide.
Sin embargo, las muertes atribuidas a fentanilo van en alarmante incremento. Mientras en el 2018, fueron 9, en lo que va del 2021 han aumentado a 85, la misma cantidad que hubo en el 2020. Subieron del 3% el primer año analizado al 71% de las ocurridas en el 2020.
Otro dato, también del ICF, apunta a la propagación del uso del fentanilo. En el 2016, se detectó en 16 personas fallecidas por otras causas que no fueran sobredosis. En el 2020, hubo 347 y en lo que va de 2021 ascienden a 276, un aumento de más de 2,000% en solo cinco años. En total, desde 2016, el ICF ha encontrado rastros de fentanilo en 951 personas fallecidas por otras causas como balazos, arma blanca o accidentes de tránsito.
“Es dramático”, dijo la doctora Conte.
Otras organizaciones que trabajan con este problema también han recopilado información que apunta a lo propagado que está el fentanilo en el mercado ilegal de drogas en Puerto Rico.
En el 2016, se detectó fentanilo en 16 personas fallecidas. En el 2020, hubo 347 y en lo que va de 2021 ascienden a 276, un aumento de más de 2,000%. (Teresa Canino Rivera)
Intercambios Puerto Rico, una organización que da servicios de reducción de riesgos a usuarios de drogas intravenosas en 14 municipios de la zona noreste, hace pruebas a las jeringuillas y otros materiales que recogen en sus recorridos: el 98% dio positivo a fentanilo.
Iniciativa Comunitaria, fundada hace años por el hoy senador independiente José Vargas Vidot, hace pruebas toxicológicas a los participantes de su programa residencial Compromiso de Vida; casi todos dan positivo a fentanilo.
La nueva droga más popular
Los datos apuntan a que básicamente el fentanilo sustituyó como el opioide más popular en la calle a la heroína, cuya base es una amapola, o a la xilacina, la famosa anestesia de caballo.
Rafael Torruella, director de Intercambios Puerto Rico, dice que, al ser sintético, es mucho más fácil de producir y de distribuir que la heroína. Además, su alta potencia hace que rinda más y sea, por lo tanto, más rentable, para los distribuidores de sustancias.
El fentanilo, dijo Torruella, ha hecho la droga “más potente, más barata y más accesible”. Los usuarios saben del peligro del fentanilo y le temen. Pero carecen de opciones si es lo que está disponible en los puntos en que compran.
“En algunos sitios, no hay cuatro o cinco puntos de los cuales escoger”, señaló Torruella, quien también ha escuchado que se está agregando fentanilo a la cocaína y a la marihuana. También, se ha detectado su presencia en antidepresivos y ansiolíticos comprados a través de internet.
“Si no regulamos estos mercados, esos peligros van a seguir incrementando’, señaló Torruella.
La propagación del uso del fentanilo suma un nuevo e inquietante elemento a los interminables desafíos que les representa a una persona, y su familia, un problema de adicción a drogas, como es el caso de más o menos 150,000 adictos crónicos que viven en la isla.
Es extraordinariamente difícil acceder a servicios de salud y desintoxicación, sobre todo, para personas de escasos recursos.
Familias se desintegran ante el peso que supone un miembro como un problema así. Se vive día a día al filo de la muerte. Cada padre y cada madre con un hijo en un problema vive con el temor permanente de que se le muera.
Celia Medina, una profesora de la UPR en Arecibo, lleva nueve años tratando de encontrarle tratamiento a su hijo de 29 años al que ella prefirió no identificar. No ha logrado internarlo ni por medio de órdenes judiciales. El joven vive con una pareja también adicta. Ambos gastan en drogas sus ayudas de beneficencia. Ella termina alimentándolos y dándoles dinero para cubrir sus deudas de drogas por miedo de que los maten. Vive día a día con el temor de que se muera.
“Paso muchas noches sin dormir”, sostuvo Medina.
“La adicción es una enfermedad que afecta a toda la familia. Es una enfermedad que afecta la mente y el espíritu”, dijo Elba Guzmán, una profesora de consejería cuyo hijo, Kevin Leandro Díaz, de 27 años, falleció en el 2017 de una sobredosis de alprazolam, OxyContin, cocaína y fentanilo.
José Antonio, el hijo de Eladio Irizarry, padecía de déficit de atención e hiperactividad. Tomaba múltiples medicamentos. Era usuario de marihuana desde la escuela intermedia. Pero el padre cree que su adicción a drogas más fuertes había sido bastante reciente. “Fue como en los últimos seis meses. Fue rápido”, recuerda.
Retrasos en el ICF
El hombre llama todos los meses al ICF a ver si ya saben qué específicamente lo mató. El ICF no ha podido todavía superar el ataponamiento que ocurrió durante los años que el laboratorio de toxicología estuvo inoperante por problemas presupuestarios, por el huracán María, por los terremotos, por la pandemia y, más recientemente, por la crisis energética.
“Cada vez que hay un episodio de este tipo (interrupción de la luz), hay que apagar los instrumentos. Cuando se apagan, eso al otro día no es que uno llega y sube a un ‘switch’ la luz. Tienen que llegar a unas condiciones que un químico determine que el instrumento está apto para analizar. A veces eso toma días, a veces toma semanas”, dijo la doctora Silva.
El ICF asegura que ya ha completado el 62% de los análisis toxicológicos de los casos correspondientes al 2021; el 80% de los del 2020 y el 95% del 2019. Pero Irizarry sigue esperando. “Uno tiene derecho a saber”, dice.
La carrera musical de su hijo, que escribía sus propias canciones, comenzaba a despegar. Pero la enfermedad que le fue contagiada, incluso antes de nacer, nunca le permitió liberarse.
Tras los años de lucha, a Irizarry todavía le atormentan las preguntas.
“A veces uno piensa qué pudiésemos haber hecho diferente… ¿qué habría podido cambiar?”, dice, mirando al vacío.